Al parecer, un día el autor de esta novela recibió en un paquete semi anónimo las confesiones transcritas de una señora de sesenta y ocho años, nacida en Bahía y residente en Río de Janeiro. La autora del «asombroso testimonio», como él mismo lo llama, es en realidad una vieja dama muy indigna y muy incorrecta políticamente, con una vida de lo más disipada e ideas muy particulares sobre su propia vida sexual, pero también sobre la del resto de la humanidad. Pocas veces hemos leído una obra tan libre de prejuicios en la narrativa erótica. Es un gozoso canto a todos los placeres, sin límites ni tabúes, reivindicados por una inteligente y experimentada libertina que no sólo instruye con sus vivencias, que cubren buena parte de la historia más reciente de Brasil, sino que quiere derribar con su dialéctica personal los falsos pudores que impiden disfrutar despreocupadamente de las delicias del sexo. A modo de refugio, ella nos propone su propio santuario: una casa de budas dichosos, donde todo esté permitido.